Desventurados merengues y culés
Desventurados merengues y culés porque ellos alzanzarán la gloria del pasado, pero nunca tendrán la ilusión por el futuro.
Los aficionados a los equipos tradicionalmente campeones, como Real Madrid o FC Barcelona, merengues y culés, al margen del arraigo de sus sentimientos, sólo pueden aspirar a vivir del pasado; pero desventurados ellos porque nunca podrán aspirar a ilusionarse con el futuro. Su futuro siempre es el mismo y, si acaso, sólo puede cambiar a peor.
Ya lo dijo Kierkegaard:
“La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás,
pero únicamente puede ser vivida hacia delante”.
La temporada que viene, más de lo mismo
Merengues y culés, como otros aficionados de clubes megacampeones, no pueden ilusionarse con el futuro, no pueden ilusionarse con la próxima temporada, porque pase lo que pase en el presente, hagan lo que hagan, la temporada siguiente va a ser igual: jugarán las mismas competiciones, Liga, Copa y Champions (pues es seguro que acabarán entre los cuatro primeros de Liga que dan acceso) con el único objetivo de ganarlas. Al final de una temporada, los aficionados “campeones” sólo ganan la posibilidad de presumir de los títulos conquistados, del palmarés y de la historia.
Ganan para contarlo. Que está bien, pero no hay nada más allá de ello.
Los títulos se agotan con su consecución. Esto no siempre ha sido así, pues hasta 1997 la Copa de Europa sí era realmente la Copa de Campeones, pues sólo la disputaba el Campeón de cada país, por lo que el ganar la Liga sí tenía un premio de futuro.
Los títulos sirven para guardarlos y admirarlos en una vitrina del museo. Su grandeza es proporcional a su museo, a su historia. Cuando la esencia del aficionado se centra en ello, deja de ser aficionado para convertirse en admirador; pero la prueba de identificación y arraigo no se produce con los títulos, con las victorias, sino todo lo contrario, la verdadera fidelidad se produce con la adversidad, con la derrota. Ahí es donde hay que estar.
En este sentido es revelador el spot promocional del Cádiz CF de la temporada 2007/08.
Y después de la victoria, ¿qué?
Nunca se me olvidará las vivencias que me contaba un aficionado zaragocista hace ya muchos años, en el verano de 1995. Su equipo, el Real Zaragoza, hacía apenas unas semanas que se había proclamado brillante Campeón de la Recopa de Europa ante el Arsenal FC con el mítico gol de Nayim sobre la bocina de la prórroga.
Me intentaba transmitir el vacío emocional que sintió al día siguiente, casi de desolación. Desde que a mediados de marzo eliminaron en semifinales al Feyenoord, había vivido casi dos meses con la esperanza de poder ganar el título, cosa que fue creciendo tras eliminar el Chlesea FC en semifinales. Fueron dos meses maravillosos.
Aquel gol de Nayim supuso una explosión de alegría, pero después de levantar la Copa, celebrarlo y llevarla a las vitrinas, ¿qué? Se había acabado todo. Ya no había nada más. La felicidad era proporcional a la ilusión por ganar, pero una vez conseguida, se acababa la ilusión y se acababa la felicidad. Sólo quedaba el pasado, el poder contarlo, presumir del título conquistado. Si dicha conquista tuviera una perspectiva de futuro, la ilusión se mantendría y con ella la felicidad.
Actualmente, por ejemplo, el título de Europa League tiene la recompensa de futuro de poder jugar al año siguiente la Champions.
Bienaventurados los anticampeones porque de ellos es la ilusión por el futuro
Por el contrario, los aficionados del resto de equipos, como los propios zaragocistas, aquellos que no están acostumbrados a campeonar, que no ganan tantos títulos, o ninguno, aunque lo poco que ganan lo viven con éxtasis, no acumulan pasado; pero sí aspiran a ganar futuro y a ilusionarse con ello.
Estos aficionados, me refiero a los de verdad, a los que siente al equipo como algo propio y que van a estar con él pase lo que pase y esté donde esté, no podrán presumir de tantos títulos, ni tanto palmarés, ni falta que les hace; pero pueden ilusionarse con la idea de vivir un futuro mejor (o no peor), algo que les afecta directamente a sus vidas, que les proporciona incluso calidad de vida.
No sienten para contar, sienten para vivir.
Se ilusionan con poder jugar Champions, Europa League, no descender a una categoría inferior, ascender a una categoría superior o simplemente clasificarse para disputar la Copa. Su triunfo, aunque no sea coronado con título, será recompensado con un nivel superior para la próxima temporada. Incluso mantener el mismo nivel y no descender, tiene una recompensa de futuro.
Muy gráfico es el spot del At. Madrid de la temporada 2005/06 titulado “Fe”, donde se recrea la ilusión en la imagen de una niña que espera que la marea le devuelva su pelota para seguir jugando con ella.
La temporada 2017/18 como ejemplo
Pongamos como ejemplo lo sucedido en la temporada 2017/18: los aficionados del Real Madrid o FC Barcelona, merengues y culés, vivían la temporada para conseguir títulos, como siempre, cuantos más mejor. Y en clara competición unos con otros. Lo que gana uno, lo pierde el otro.
Se trata de engordar el pasado, el palmarés. Porque al final se trata de tener argumentos para presumir frente a los otros. Los éxitos de uno son los fracasos del otro. De hecho, ante la final de Champions que iba a disputar Real Madrid frente a Liverpool FC, los merengues se jugaban el título, pero igualmente se lo jugaban los culés, porque sus títulos de la temporada (Liga y Copa), su pasado, sus méritos, sus vaciles, dependían en gran medida de si el eterno rival conseguía hacerse o no con el título de Champions. Sus dos títulos se dimensionarían con el fracaso madridista de no conseguir ninguno, lo que les permitiría fardar al máximo nivel; y a la inversa, sus dos títulos perderían valor si el Real Madrid terminaba campeonando en Europa.
¡Cómo iban a presumir los culés de sus dos títulos si los merengues no ganasen nada!; pero…
¿cómo iban a presumir de sus dos títulos si le responden con el título de Champions?
Se trata, en definitiva, de cultivar el pasado para poder presumir de él. Es más, para un aficionado merengue o culé, el ganar títulos no tendría sentido si no pudiera compartirlo con los demás, ya sea en afinidad con los suyos o en confrontación con los de otros equipos.
En el lado opuesto, en el de la ilusión, se encuentran prácticamente el resto de las aficiones sin excepción. Para ellos, si ganan algún título, pues mejor, tampoco está mal ganar pasado, pero lo que les interesa, lo que les llena de ilusión y felicidad es ganar futuro. Un ejemplo muy claro de esto es el caso del título de Campeón de Segunda División “B”, que se disputan los dos equipos ya ascendidos tras haber campeonado en sus respectivos grupos y haberse impuesto en la eliminatoria de ascenso directo. Ya tienen un título (Campeón de su grupo) y aspiran a otro, al Campeón de Campeones de la categoría de bronce. Es una oportunidad única para hacer palmarés y ganar historia, ganar pasado; sin embargo los equipos y, sobre todo, las aficiones, lo viven casi como un partido amistoso. El pasado es importante, pero lo importante y lo que les ilusiona de verdad es haber ascendido de categoría, es haber ganado futuro.
Todos los aficionados, salvo merengues y culés, pueden servir de ejemplo, pero pongamos sólo algunos casos de la temporada 2017/18: los valencianistas que el año que viene van a estar en Champions; béticos, que después de muchos años de penurias vuelven a Europa; getafenses, armeros, babazorros, levantinistas o gironistas, que después de hacer una magnífica temporada, van a repetir el año próximo en la máxima categoría. Y que decir de los oscenses a los que les cambia la vida al haber ascendido a Primera. Eso es ganar futuro. Eso es ilusión. Una ilusión que, para su desgracia, jamás podrán sentir merengues y culés.
El aficionado «seguidor»
Pero aún más, todavía se entiende a los aficionados madridistas y barcelonistas que lo son porque son los equipos de su tierra, con los que se han criado, que lo han mamado desde niño, que lo viven directamente en el Bernabeu o Camp Nou, y que han terminado haciendo suyo al equipo. No ha elegido equipo, es que es su equipo y el equipo es suyo.
A este respecto habría que considerarlo como lo define Ignacio Ramírez Cisneros en un artículo de “Panenka” como “hincha seguidor” en contraposición del “hincha admirador”, que es el que sí ha elegido al equipo, y claro, si se trata de elegir, pues elige entre los que ganan títulos. Ha elegido a uno, pero perfectamente podría haber elegido al otro. Ha sido circunstancial.
Sigue y siente al equipo de forma virtual desde Zamora, Compostela, Melilla, Fuerteventura o cualquier otra ciudad de España o del mundo. Lo que busca es, ante todo, ganar y presumir de ello; o simplemente por el cachondeo de poder restregar los triunfos a los demás como si fueran suyos, cosa que puede tener su punto, no digo que no.
Como epílogo os dejo con un texto extraído del recomendable ensayo “Sobre la servidumbre voluntaria” escrito por Étienne de la Boétie hace cerca de quinientos años y que cada cual lo interprete y asocie a este artículo como crea conveniente:
“Póngase de un lado a cincuenta mil hombres de armas; del otro, otros tantos.
Que se los disponga para la batalla. Que choquen entre sí.
Los unos libres para luchar por su libertad. Los otros para quitársela.
¿A quiénes se les podrá vaticinar la victoria?
¿De cuáles se pensará que han de ir con más gallardía al combate?
¿De aquellos que esperan como galardón de sus trabajos la recompensa de su libertad?
¿O de aquellos que no pueden esperar otro premio por los golpes que dan y que reciben más que la sujeción a otro?
Los unos tienen siempre delante de sus ojos la felicidad de la vida pasada y la esperanza de una dicha semejante en el futuro.
No consideran tanto lo que aguantan durante el tiempo que dura la batalla como lo que no deberán aguantar, ellos, sus hijos y toda su descendencia.
Los otros nada tienen que los enardezca sino un poquito de codicia, la cual se embota con frecuencia ante el peligro y no puede ser tan ardiente como para no extinguirse, según parece, con la menor gota de sangre que brote de sus heridas”.
Hola Manuel,
Te felicito no ya por este artículo, sino por toda la web. Tu trabajo respira fútbol y cadismo, lo cual es inspirador y contagioso. Te voy a contactar por LinkedIn para hablarte de un proyecto que creo que podría interesarte mucho y en el que seguro puedes aportar mucho con tu pasión por el Cádiz.
Estamos en contacto,
Sergio Vicente, un desventurado madridista con un proyecto de futuro.