La suerte en el fútbol
La suerte en el fútbol
En este ensayo se reflexiona sobre la dimensión del concepto “suerte” en el fútbol. La suerte en el fútbol es un argumento cada vez más recurrente, tanto en el argumentario periodístico, como en el de los protagonistas (jugadores, entrenadores y presidentes), y también en el de las discusiones y debates de los propios aficionados.
En todos los contextos futbolísticos es muy frecuente la utilización de la “suerte” (buena o mala) para justificar y argumentar diferentes acciones ocurridas en un partido y que, en la mayoría de los casos, resultan determinantes en el resultado final del mismo. Se utiliza para justificar derrotas o victorias, para los goles, para los rebotes, para las eliminatorias, etc. Termina resultando el mejor de los recursos para justificar cualquier cosa. “Tuvimos (o tuvieron) muy buena/mala suerte”, “fue una acción de buena/mala suerte”, “la suerte fue determinante”, etc.
Sin embargo, basta profundizar un poco en el concepto “suerte” y su verdadero impacto sobre el fútbol, para concluir en que posiblemente este concepto esté bastante sobredimensionado y utilizado de forma totalmente ajena a su verdadera significación. Y conste que no se trata en esta reflexión de negar que pueda existir en un partido de fútbol situaciones cuyos resultados puedan venir determinados por la suerte. La suerte existe, claro que existe, como una de las múltiples variables que pueden interferir en un partido, pero esto ocurre en muy pocas y contadas ocasiones y, además, su determinación no siempre termina resultante determinante por sí misma.
Un ejemplo muy claro sucede justo en el momento de escribir este ensayo. El Real Madrid acaba de ser eliminado por el At. Madrid de la Copa del Rey, después de haber perdido en el partido de ida en el Calderón por 2 a 0 en empatado a dos en la vuelta en el Bernabeu, tras adelantarse los atléticos en el marcador con sendos goles en los primeros segundos de cada tiempo. En muchos programas deportivos de radio y televisión, en la prensa, o en declaraciones de los propios jugadores, como Cristiano Ronaldo, se justifica la eliminatoria por la “mala suerte” de encajar los dos goles atléticos en esos primeros segundos de cada tiempo. Es un ejemplo muy claro del contenido de este ensayo, de cómo utilizar el concepto “suerte” en una situación en la que no tiene razón de ser, ni sentido alguno. ¿Qué tiene que ver la suerte con estas situaciones? Acaso esos goles llegaron fruto de la casualidad, tocaron en una lotería, cayeron del cielo… Profundicemos en la cuestión.
El concepto de “suerte”
Según diccionario de la Real Academia Española (DRAE), la “suerte” se define como un “encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”. La suerte es algo ajeno a la voluntad, algo incontrolable, sinónimo de aleatorio, de azar, algo que sucede como fruto de la casualidad. Atendiendo a esta objetividad lingüística, prácticamente habría que desterrarla de las acciones de un partido de fútbol, pues en las acciones de juego siempre hay una doble voluntariedad, y, además, enfrentadas, por un lado los que atacan y por otro los que defienden. Siempre hay una intención de acuerdo a unos objetivos, no sólo los obetivos finales del partidos, sino los objetivos parciales en el desarrollo de cada acción, dar un pase, regatear, marcar, obstaculizar, quitar un balón, etc. En palabras de Voltaire, «suerte es cuando preparación y oportunidad se encuentran y fusionan».
La “suerte” del gol
Una portería de fútbol tiene una longitud de 7,32 m. y una altura de 2,44 m., lo que supone un área de superficie de 17,86 m2.; y un balón de fútbol tiene un perímetro y diámetro máximo de 70 cm. y 22,29 cm. respectivamente. Todo ello supone que para conseguir un gol se dispone de un espacio capaz de albergar hasta 310 balones al mismo tiempo. No se trata de determinar si es mucho o poco. Es lo que es: en el espacio de gol de una portería caben 310 balones.
Cuando se produce la circunstancia de que un disparo a puerta no acaba en gol, bien porque sale directamente fuera, bien porque pega en uno de los tres palos, o bien porque lo para o desvía el portero o un defensor, no se puede achacar NUNCA a la mala suerte, que resulta una variable prácticamente insignificante en el resultado final de la acción. Por el contrario, hay otras variables que han determinado dicha circunstancia: la acción defensiva y la acción atacante. Y a la inversa, cuando acaba en gol, no es por cuestión de suerte, sino por la influencia de otras muchas variables, si bien siempre hay un margen para el factor suerte, pero mínimo e irrelevante. En estos casos hay que centrar la atención en aquellas acciones defensivas y atacantes que han hecho que el balón no acabe o acabe entrando por ese espacio de 17,86 m2 (tratado en profundidad en el apartado siguiente). Las opciones y posibilidades de ejecución de una jugada ante el gol son muchas y dependen de múltiples factores, pero al final de lo que se trata es de meter el balón en la portería. El exentrenador del Liverpool Bill Shankly decía: «si estás en el área de penalti y no sabes qué hacer con el balón, mételo en la portería y luego debatiremos las opciones». El gol no es una cuestión de suerte. «La suerte del gol» como tal no existe, a no ser que se refiera metafóricamente al concepto taurino de «suerte» como lance de la lidia o actos ejecutados por el torero.
Situaciones similares se producen con los rebotes, que suelen achacarse también a la suerte, pero nada más lejos de la realidad. Un rebote deriva de un balón dividido, pero hay que estar allí y para ganarlo es fundamental otras variables como la tensión, la concentración, la impetuosidad, los reflejos y el espíritu competitivo. Los rebotes se los llevan los ganadores.
Llevado al extremo, cualquier aficionado ha podido escuchar aquello de que «todo depende de que la pelotita quiera entrar», como si todo dependiese de una cuestión azarosa, de una decisión caprichosa de la «pelotita».
Acción defensiva y acción atacante
Estamos hablando de dos actuantes, defensa y ataque (en el sentido individual y colectivo), enfrentados y con objetivos contrapuestos entre sí; pero ninguna de sus acciones pueden calificarse como fortuitas o casuales. Todo lo contrario, son acciones total y absolutamente intencionadas y se corresponden con una estrategia organizativa de conjunto para cumplir los objetivos marcados. El resultado final dependerá de la ejecución global de ambos actuantes.
Por una parte está la acción defensiva, cuyo objetivo es evitar que el balón acabe dentro de la portería, esto es, debe reducir al máximo las líneas de gol del atacante, reduciéndole las posibilidades de acceso a esos 17,86 m2. de gol. Esta reducción puede venir por varias vías: obligando al atacante a lanzar su disparo desde una zona de mayor complicación (acortar el ángulo de disparo y/o alejándolo de la portería); trabando o dificultando la ejecución del disparo; o cubriendo con el cuerpo el mayor espacio posible de la portería. En estas circunstancias resulta mucho más factible que el disparo del atacante no acabe en gol, de tal manera que vaya fuera, pegue en un palo o lo pare o desvíe el portero o un defensor. Con todo ello, la acción defensiva será mejor cuanto menos espacio de gol deje al atacante y/o más lejos se produzca el disparo, pues más complicado será que el balón acabe dentro de la portería.
Y por otra parte está la acción atacante, que debe introducir el balón dentro de la portería (gol), aprovechando para ello el espacio de gol que haya quedado libre y procurando acercarse lo máximo a la línea de gol para facilitar el mismo. Con todo ello, la acción atacante será mejor cuanto más espacio de gol encuentre en la portería y más se aproxime a la línea de gol, pues más fácil será que el balón acabe dentro de la portería.
Teniendo en cuenta todas estas circunstancias, la acción del disparo depende del atacante, de tal manera que la resolución final (gol o no gol) dependerá de su habilidad de ejecución. Si teniendo pocas opciones de gol, no consiguiera hacerlo, habría que achacarlo a la buena acción defensiva, pero no a la mala suerte; y si no lo consiguiera pese a tener muchas facilidades para hacerlo, habría que achacarlo a su mala ejecución (error en el disparo), pero nada que ver con la mala suerte.
Por ejemplo, si un jugador remata a puerta y marca gol tras rebotar en otro jugador, no se puede hablar de suerte, pues se han producido muchas acciones intencionales: el atacante llega a posición de disparo y llega a disparar con intención de marcar gol; mientras el defensa falla en sus objetivos. Y si el balón no entra directamente, sino de un rebote, esto no sucede por suerte, sino, en todo caso, por una mala acción defensiva.
Siempre gana el que mejor ha jugado
En fútbol siempre gana quien marca más goles y quien consigue hacerlo, irremisiblemente es quien mejor ha jugado. El problema es que desde hace unos años, desde los medios de comunicación se ha venido asociando erróneamente el concepto de «jugar bien» a «jugar bonito». Y son conceptos completamente diferentes. Se puede jugar bonito, hacer un fútbol espectacular, de pases, posesión, tiros a puerta, combinaciones, etc y perder. En estos casos se ha jugado «bonito», pero no bien. En fútbol sólo gana quien marca más goles. No cuentan otros factores, no hay la posibilidad de ganar» a los puntos». Y quien consigue hacer más goles, que es la máxima del juego, independientemente de los medios para conseguirlo, es, evidente el que ha «jugado mejor». Quizás con un juego más feo, más tosco, menos espectacular, etc.
En algunas ocasiones se habla de la «suerte del campeón» para referirse a un equipo que ha ganado pese a haber sido «inferior». Evidentemente esa «suerte de campeón» no el aleatoria, no cae del cielo. Se produce por otros muchos factores. Y seguro que, aunque se esperase mucho más del juego, de ese «campeón», en el cómputo global del partido «ha sido mejor», y es por ello, y no por otra cosa, por la que ha ganado.
La verdadera suerte
Ya decía en la introducción que no se trataba de negar la existencia de la “suerte” en el fútbol, sino de minimizarla, desmitificarla y cargarla de realidad. Y con todas estas consideraciones, ¿cuándo se puede hablar verdaderamente de “suerte”? Pues realmente en todas aquellas acciones que pueden considerarse fruto de la causalidad, del azar, de lo aleatoria, de la falta absoluta de intencionalidad. Por ejemplo, un defensor cede el balón a su portero sin dirección de gol, pero cuando el portero va a patear, golpea en una irregularidad del terreno y se mete en la portería. Pues eicluso en este caso extremo se puede de “suerte” hay acciones intencionales, como la cesión al portero (seguramente por una presión del rival), o la falta de reflejos del portero para reaccionar. Y poco más.
Justicia y Suerte
En algunas ocasiones, se reprocha el factor suerte a las decisiones arbitrales, pero tampoco en estos casos tienen sentido, salvo en el caso de las deseignaciones. En estos casos, habría que entrar en el concepto de “justicia/injusticia”, pero ese es otro tema.
La “suerte” de los penaltis
La consideración del factor suerte en los lanzamientos de penaltis, o en las resoluciones de partidos o eliminatorias con las tandas de penaltis, es uno de los clásicos del fútbol y también uno de los más flagrantes desacertados usos del concepto “suerte”. El penalti viene a representar la esencia del fútbol: el gol. Atacante y defensor (portero) frente a frente. Los dos objetivos del fútbol (marcar gol y evitarlo) en su máxima expresión. ¿Cómo achacar el factor suerte a esta acción? Para empezar, cuando se llega a una tanda de penaltis para la resolución de una eliminatoria o final es porque ha habido igualdad entre los dos contendientes. Y no gana la tanda el que más suerte tiene, sino el que mejor los lanza o mejor los defiende. Es el ejemplo más claro de las acciones intencionales de los protagonistas y en sus respectivos “locus interno” lo saben y por eso se preparan, se entrenar, se estudian a los rivales, hay concentración y, sobre todo hay una ejecución de la que depende la resolución final. Nada que ver con la “suerte”, más bien todo lo contrario.
Locus de Control, Resiliencia y Autoestima
El “locus de control» o “locus de causalidad” (LC) es un concepto introducido en psicología en 1966 por Julian B. Rotter y que actualmente tiene una importante tratamiento en Psicología Positiva. El LC se refiere a la capacidad que tienen las personas de determinar y controlar la causalidad y el efecto de sus acciones, pudiéndose clasificar en dos tipos, las interiores y las exteriores. Levenson (1981), a su vez, vino a diferenciar tres dimensiones de control: el control interno o internalidad; el externo o externalidad; y la atribución de control externo a la suerte.
Cuando se percibe un acontecimiento fruto de una acción directamente relacionado con la acción personal en sí (formación, preparación y ejecución), se habla de “locus interno”; mientras que cuando el resultado de la acción se percibe contaminado de otras acciones no controlables y ajenas a la propia acción personal, se habla de “locus externo”. Es decir, el “locus interno” es cuando el resultado de la acción se considera que depende de mí mismo; y el “locus externo” depende de los demás, incluyendo el factor “suerte”. En las personas puede predominar uno u otro “locus”.
Aquellas personas en las que domina el “locus interno” son personas con mucha confianza en sí mismas, seguras, con una alta autoestima (un valor fundamental), capaces de asumir sus propios errores, de cambiar actitudes para conseguir sus objetivos, de persistir en sus intentos, de prepararse y formarse más para potenciar sus capacidades. Para estas personas, sin despreciar variables externas, el resultado de sus acciones, tanto las positivas como las negativas, vienen determinadas por sí mismas. Son ellas quienes marcan el rumbo de su vida. En este sentido, además de la trascendencia del valor de la “autoestima” (Manciaux, 2003), también resulta fundamental el valor de la “resiliencia”, un concepto de la Psicología Positiva que deriva de la Ingeniería (carga de energía que acumula un objeto al romperse), y que se refiere, básicamente, en considerar los problemas como desafío y a enfrentarse a ellos con valentía, preparación y determinacion para superarlos.
Por el contrario, aquellas personas en las que domina el “locus externo” priman los valores contrarios, son personas de escasa confianza en sí mismas, inseguras, de baja autoestima, que no asumen sus errores y, por tanto, incapaces de rectificar y persistir en el intento. Para estas personas el resultados de sus acciones, sobre todo las negativas. Vienen determinadas por factores externos, por acciones de los demás (que prevalecen sobre las propias), del clima, el terreno, el espacio, de imponderables y de la mala suerte. El gran recurso de la mala suerte, que sirve para justificar las consecuencias de nuestras acciones negativas, en lugar de analizarlas y corregirlas en lo posible. La mala suerte es el recurso de los perdedores.
Lo más interesante en este sentido es que tanto en un caso como en el otro, se crea un subconsciente que favorece la positividad o negatividad. Cuando la realidad se afronta desde un espíritu positivo (importancia del “locus interno”), las actitudes tienden a atraer la positivdad, pero no por una falsa percepción, sino porque la actitud positiva conlleva resultados positivos, las cosas salen bien, ¿buena suerte?; mientras que cuando se afronta desde un espíritu negativo (“locus externo”) sucede todo lo contrario, ¿mala suerte?.
Para los psicólogos españoles Carmelo Visdómine-Lozano y Carmen Luciano (2006) “(…) si la persona percibe que el acontecimiento es contingente con su conducta o sus propias características relativamente permanentes, se ha dicho que es una creencia en el control interno; cuando un refuerzo es percibido como siguiendo alguna acción personal, pero no siendo enteramente contingente con ella, es típicamente percibido, en nuestra cultura, como el resultado de la suerte (…)”.
Esta idea no es nueva, pues ya se incuentran referencias cinco siglos antes de Cristo, en el “Libro de la Guerra Chino” de Sol Tzu, donde dice que “la mayor parte de las batallas son ganadas antes de ser luchadas”. En épocas actuales es un hecho contrastado en numerosos estudios de Psicología Positiva. El escritor y economista Álex Rovira (2004) en su libro “La buena suerte”, considera que “se puede actuar para atraer la buena suerte”.
También resulta ilustrativa la frase del mítico entrenador de baloncesto, el norteamericano John Wooden (2006), cuando en su obra “La Pirámide del éxito” dice que “la confianza viene de la preparación”. Aún más llamativas son las palabras de Arnold Palmer, uno de los mejores jugadores del golf de la historia:
“Si piensas que serás golpeado, serás golpeado. Si piensas que no te atreves, no te atreverás. Si te gusta ganar, pero piensas que no puedes ganar, no ganarás nunca. Si piensas que puedes perder, has perdido. Tienes que pensar en grande. Antes de nada tienes que estar seguro de ti mismo. Las batallas de la vida no son siempre para el más fuerte o más rápido. Tarde o temprano, la persona que gana es la que piensa que puede ganar”.
Teorema del Límite Central
Ahondando en el tema, también puede resultar interesante el “Teorema del Límite Central” aplicado al deporte y, particularmente, al fútbol. Este teorema estadístico viene a decir que cuanto mayor es una muestra, más se aproximan los resultados a la realidad. En el fútbol, respecto a una competición, cuantos más partidos se jueguen, más probabilidad de que termine ganando el mejor (diferencia entre Liga y Copa). Pero incluso dentro de un partido de fútbol, influye este teorema, sobre todo comparado con otros deportes.
Siguiendo con esta comparativa entre el fútbol y otros deportes, mientras que en el fútbol los partidos se resuleven con pocas anotaciones (goles), con pocas ocasiones de gol y pocos disparos a puerta, y además con poco porcentaje de acierto;en otros otros deportes como baloncesto, balonmano, rugby, tenis, etc.las anotaciones son mucho más elevadas, así como los intentos para conseguirlos, con un porcenataje de acierto mucho mayor que en el fútbol, lo que supone que en el fútbol las probabilidades de que el resultado final se acerque a la realidad sea menor que en otros deportes, de ahí que en fútbol sea más fácil que salte la “sorpresa” en las competiciones de eliminatorias. Pero eso no es “suerte”, sino que es una connotación directamente asociada a las reglas del fútbol.
Conclusión
La influencia del factor “suerte” en el fútbol es mínima, prácticamente ninguna, por lo que recurrir a ella para justificar un resultado no sólo es erróneo e irreal, sino que son propias de perdedores.
Más información en:
– Levenson, H. (1981): «Differentiating among internality, powerful others and chance». Ed. Lefcourt.
– Manciaux, Michel (2003): “La Resiliencia: resistir y rehacerse”. Ed. Gedisa.
– Rovira, Álex y Trías de Bes, Fernando (2004): “La buena suerte”. Ed. Empresa Activa Urano.
– Soriano, Ferrán (2009): «La pelota no entra por azar». Ed. El lector universal.
– Visdómine-Lozano, Carmelo y Luciano, Carmen (2006): “Locus de control y autorregulación conductual: revisiones conceptual y experimental”. En “International Journal of Clinical and Health Psychology”.
– Wooden, John (2006): “La pirámide del éxito”. Ed. Peniel.
- http://www.eldiario.es/piedrasdepapel/suerte-futbol-determinante-deportes_6_270233000.html
- https://es.eurosport.yahoo.com/blogs/gente-blaugrana/suerte-f%C3%BAtbol-supuesto-164551257.html
- http://www.elpotrero.com.ar/La-Mala-o-Buena-Suerte-en-el-Futbol.htm
- http://www.lavanguardia.com/deportes/futbol/20120505/54289268700/guardiola-suerte-no-existe-josep-cuni.html
- http://www.elfutbolesinjusto.com/la-suerte-ese-concepto-futbolistic/
- http://www.efdeportes.com/efd30/suerte.htm
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!