Los insultos en el fútbol
El Insulto
Los insultos en el fútbol. El insulto en España es algo cosustancial a nuestra cultura. No digo que en otras culturas no existan y se utilicen, pero posiblemente no con la misma “naturalidad” y “significación” que se puede utilizar en España, ni tampoco disponen del nuestro amplísimo catálogo. Tenemos insultos para todos los gustos. En esto ganamos. Según la RAE “insultar” es: “ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones” y “los insultos” son, precisamente, esas palabras o acciones. Pancracio Celdrán, en su obra “El Gran Libro de los Insultos” (2008) recoge alrededor de diez mil improperios.
Graduaciones del insulto
Hasta aquí parecería que el sentido del insulto es único: ofender. No se trata en este relato de hacer un tratado sobre el insulto, que ya hay varios, por cierto, pero sí establecer que hay muchos matices que los catagorizan, ya sea según la gravedad social con la que sea considerado (no tiene la misma consideración, por ejemplo, “panoli” que “cabrón”), según las formas y gestos que acompañen al improperio, según la reincidencia y dimensión social del acto insultivo, según el destinatario (hay muchas palabras que dirigidas a un varón pueden resultar un halago, mientras que dirigidas a una mujer resultan un insulto, por ejemplo “zorro/zorra”), e incluso dependiendo de la zona geográfica, pues en cada región española hay una particular cultura del insulto. No es ninguna exageración decir que en Andalucía, por ejemplo, en determinadas ocasiones el más grave de los insultos puede convertirse en el mayor de los halagos. Por ejemplo, para destacar las grandísimas cualidades de un jugador es fácil escuchar la frase “¡qué golazo ha marcado el hijo de puta!” (y valdría también “cabrón”). En tertulias y conversaciones de amigos también puede resultar bastante habitual la utilización de palabras, en principio, ofensivas, con intensiones cariñosas y de alabanza. Incluso entre familiares cercanos. A pesar de todos estos matices, creo que cualquier español es capaz de discernir perfectamente cuando el insulto es insulto, sus intenciones y su gravedad.
Respecto al mundo del fútbol, el insulto es algo que ha estado siempre muy asociado al mismo. Y las intenciones y repercusiones son muy diferentes. En este sentido habría que considerar tres variables fundamentales del insulto en cuestión, así como sus consecuencias:
1. La dimensión pública:
No es lo mismo insultar a alguien, posiblemente al árbitro, a algún jugador, al presidente, al entrenador o a quién sea, a modo individual y en un pequeño círculo social, esto es, como un comentario con las personas de alrededor (por ejemplo, hacer el comentario “este árbitro es un cabrón”), que hacerlo manifiestamente público a voz en grito, levántándose del asiento y con las venas de la garganta a punto de estallar. En el primer caso incluso sería dudoso hablar de insulto en su más estricto sentido, pues como establece la propia RAE para que el insulto sea “insulto” debe ofender a alguien provocando irritación, y si el destinatario del mismo ni siquiera lo percibe, difícilmente puede resultar ofendido. Situándonos en el segundo caso, el insulto adquiere mayor gravedad cuando el lugar de ser esgrimido por un exaltado aislado, es coreado por un numeroso grupo de personas. Entonces el agravio se magnifica y el insulto, ineludiblemente adquiere mayores dimensiones de gravedad.
También es importante considerar las repercusiones de los actos ofensivos, sobre todo teniendo en cuenta que en los campos de fútbol hay muchos menores de edad que pueden asimilar esas conductas como naturales y hacerlas propias. Respecto al insulto del aficionado exaltado, no sólo difícilmente actuara como modelo, sino que tendrá un efecto totalmente contrario, salvo que el exaltado sea el acompañante del menor, ya sea padre, madre o cualquier otro familiar o acompañante de confianza. Será fácil que el menor capte la conducta disruptivo, ridícula y vergonzosa y que desarrolle un razonamiento de desprecio hacia ella. Mayores consecuencias puede tener la acción del insulto multitudinario, pues puede resultar fácil e incluso tentador sumarse a él, siendo más difícil desarrollar un razonamiento de rechazo.
2. La repercusión social:
Es posiblemente la variable más importante en el tema del insulto del público en el ámbito del fútbol. No es lo mismo insultar a una determinada persona, que ofender a un colectivo, pues las repercusiones sociales son infinitamente diferentes. Generalmente la diferencia viene establecida cuando en el nominamiento del insultado, se añade algún matiz diferencial al margen de su propio nombre, ya sea una característica física, social, nacionalidad, raza, sexo, etc. En estos casos, la ofensa, el insulto, no sólo afecta a la persona insultada, sino que se expande a todo un colectivo, que fácilmente puede verse también ofendido y perjudicado. Por ejemplo, cuando a Cristiano Ronaldo se le insulta a coro desde una grada llamándole “hijo de puta”, se le está insultando a él personalmente, lo que resulta una acción tremendamente reprobable; pero cuando el grito es “ese portugués, qué hijo de puta es”, la acción aumenta su gravedad considerablemente, pues está traspasando la frontera entre lo personal y lo colectivo, estableciéndose en el ámito de la xenofobia. Ya no sólo se insulta a la persona, sino que se ofende a un colectivo de mucha mayor dimensión social. Y no vale la excusa de decir que no es una ofensa colectiva porque el calificativo, en este ejemplo “portugués”, no es más que una realidad asociada al jugador. Cierto, pero es un calificativo que sobra, resultando innecesario para identificar al jugador, pues basta con su nombre para ello, entonces por qué añadir esa referencia a su nacionalidad.
Lo peor de este tipo de actitudes no es la acción en sí, sino sus repercusiones sociales y educativas, sobre todo si se producen con cierta reincidencia. La ofensa colectiva puede terminar calando en el imaginario social y tener graves consecuencias, pudiendo generar prejuicios, antipatias, desprecios y humillaciones hacia determinados colectivos, sobre todo considerando, nuevamente, la numerosa población infantil que acude a los campos de fútbol.
3. La repercusión histórica:
Es consecuencia de la variable anterior, un paso más en la misma. Se trataría de cuando ese insulto colectivo afecta a estamentos sociales que históricamente han sufrido graves épocas de sufrimientos y discriminaciones. En este sentido, la propia Constitución Española señala expresamente en su artículo 14 cuestiones de nacimiento, raza, sexo, religión y opinión. Cuando el insulto afecta globalmente a algunas de estas circunstancias sociales, la gravedad del mismo adquiere sus máximas dimensiones. El insulto sobrepasa la individualidad del ofendido, incluso a un colectivo social, llevando implícito una carga histórica importante.
Las cuestiones de raza y religión han sido dos de los mayores motivos de conflictos en la historia de la humanidad, habiendo siempre colectivos que han sufrido muchas humillaciones, discriminaciones y sufrimientos. Desgraciadamente ninguna de estas cuestiones pueden considerarse superadas, pero no es menos cierto que se ha avanzado mucho. Pero ese avance social ha costado muchas vidas y muchos sacrificios que no pueden quedar expuestos de ninguna manera, ni hacerlos tambalear. Hay que tener una mayor sensibilización social hacia ellos.
Un ejemplo muy claro en el mundo del fútbol es el del insulto a los jugadores de raza negra, como los lamentables gritos de “uh, uh, uh, uh…” en referencia a los sonidos del mono. Este tipo de insulto representa la mayor gravedad de los mismos, pues enlaza directamente con el racismo, por lo que hay que actuar de la forma más enérgica posible, y más aún cuando adquieren la dimensión pública antes señalada, esto es, cuando se esgrimen desde un colectivo amplio y no por un energúmeno aislado. En estos casos no se está insultando a una determinada persona, ni siquiera a un grupo o colectivo, sino que se esta dando un paso atrás en la consecución histórica de los Derechos Humanos, se está retrotayendo a la sociedad muchos siglos atrás. Y eso debe ser totalmente inadmisible. Como ya se ha comentado, se tratan de colectivos con una cruenta carga histórica de sufrimiento, lo que requiere una mayor sensibilización social.
Respecto a la repercusión social y educativa, la gravedad no puede ser mayor, pues esta desagradable acción tiene fácil traslado fuera del campo de fútbol. No importa que ya no esté el jugador en cuestión, pues en cualquier contexto social se pueden reproducir las escenas frente a otras personas de la misma raza o religión. Siguiendo con el ejemplo expuesto, no es difícil imaginar que un grupo de menores pueda reproducir estas actitudes racistas en contextos como el propio colegio frente a compañeros de raza negra.
Mención especial merecen los insultos por razón de sexo, también especialmente protegidos por la Constitución. Y lo más grave es que puede ser que quien los esgrime ni siquiera sea consciente de ello. Cada vez son más las mujeres que se pueden ver en un partido de fútbol formando parte del estamento arbitral. Los argumentos son muy semejantes a los establecidos por las cuestiones de raza o religión. Históricamente las mujeres han sufrido muhas discriminaciones, humillaciones y vejaciones, y con mucho esfuerzo con los años se ha ido consolidando un espacio de igualdad entre ambos sexos, aunque desgraciadamente todavía no del todo. Esto debe suponer una mayor consideración y sensibilización social hacia cualquier acción que lleve implícita una discriminación hacia las mujeres, absoluta intolerancia hacias las actitudes machistas, pues han sido muchas décadas de discriminación sufridas por las mujeres y no se puede volver atrás. En este sentido, no debería tener la misma consideración de gravedad un insulto dirigido a una mujer, ya sea árbitro, asistente, jugadora o lo que sea, cuando se atente sobre ella misma de forma individual, o cuando el insulto o ofensa lleve implícito una extensión a todo su género. Por ejemplo, si el insulto dirigido a una mujer es “hija de puta”, dentro de su enorme gravedad, su dimensión es muchísimo menor que decirle “vete a tu casa a fregar”. En el primero se está insultando a la persona, mientras que en el segundo se está insultando a todas las mujeres y atentando sobre unos logros sociales conquistados durante muchas décadas y con mucho sufriemiento. En el mismo sentido habría que considerar los insultos con connotaciones homófobas, como por ejemplo «maricón», pues se utiliza una condición sexual como insulto, por lo que traslada interpretaciones negativas, peyorativas, hacia las personas de esa condición sexual.
Respecto a la repercusión, las líneas van en el mismo sentido que en los anteriores, mientras en el primer caso, insulto a la persona, la repercusión se extingue en el propio insulto; en el segundo, insulto colectivo, puede inferir en el pensamiento de muchas personas, sobre todo los menores, que pueden interiorizar el mensaje y trasladarlo a otros contextos sociales.
Como conclusión, determinar que cualquier tipo de insulto es reprochable, pero que no todos deben ser considerados con la misma gravedad.
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