Tirar el balón fuera
La acción de echar un balón fuera para que atiendan a un jugador contrario “lesionado” es considerado por muchos como un gesto de deportividad, respeto y solidaridad. Sin embargo, es todo lo contrario. Es más, yo diría que, en la mayoría de los casos, no sólo no implica deportividad, sino que demuestra falta de profesionalidad e incluso imbecilidad. Para parar o dar continuidad al juego está el árbitro.
El fútbol es competición. Se trata de ganar.
El reglamento
Las Reglas del Juego de la FIFA recogen esta situación en la Regla nº 5 relativa al árbitro. En el apartado de “Autoridad del árbitro” le concede entre sus “poderes” la posibilidad de “interrumpir el juego si juzga que algún jugador ha sufrido una lesión grave y se asegura de que sea transportado fuera del terreno de juego”; y especifica que “permitirá que el juego continúe hasta que el balón salga del juego si juzga que un jugador está levemente lesionado”. La situación está claramente reglamentada y no parece dejar lugar a dudas, salvo la interpretación para diferenciar una “lesión grave” de una “lesión leve”.
Aunque el reglamento otorga sólo al árbitro, y en ningún caso a los jugadores, toda la responsabilidad de detener el juego, parece obvio deducir que cuando un jugador interpreta a su criterio que un compañero sufre una lesión grave y, por las razones que sea el árbitro no se ha dado cuenta, debe avisar de ello y detener el juego lanzando el balón fuera del terreno de juego.
Lesión grave y lesión leve
Atendiendo al Reglamento, la decisión del árbitro para detener el juego por la lesión de un jugador, dependerá de si considera que la lesión es grave o leve. Este es el quid de la cuestión. Conste que estamos hablando de una lesión real del jugador, en ningún caso de una lesión fingida, cosa que se tratará más adelante. En principio, pudiera parecer que para diferenciar entre lesión grave y leve es necesaria una cierta cualificación médica, pero lo cierto es que sobre el terreno de juego es muy evidente para cualquiera determinar si la lesión en cuestión es lo suficientemente grave como para necesitar su tratamiento inmediato.
De hecho, cuando sucede una lesión realmente grave, la reacción de alarma de los propios jugadores, compañeros y rivales del lesionado, dejan patente la evidencia de la gravedad y la necesidad de su atención inmediata. Tanto la acción propiciatoria de la lesión, como la reacción del jugador lesionado, suelen ser muy evidentes de su gravedad. No hay lugar a las dudas y todos priorizan la atención al compañero a la continuidad del juego. Lo que sucede es que en la gran mayoría de los casos, la lesión del jugador no precisa de una atención inmediata para evitar su empeoramiento. Y repito que estamos tratando sólo casos de una lesión real del jugador.
No obstante, al margen de las evidencias al alcance de cualquiera, el responsable único de tomar tal decisión, el árbitro, sin ser un especialista médico, sí debe tener los conocimientos básicos para tomar con criterio dicha decisión, pues entre los contenidos de los “Cursos de Entrenadores” trabajan temas como “Bases Anatómicas y Fisiológicas del Deporte”, “Primeros Auxilios e Higiene en el Deporte”, “Fisiología del Esfuerzo y Biomecánica Deportiva” o “Preparación Física del Alto Rendimiento del Fútbol”.
La propia FIFA también hace una catalogación de las lesiones más frecuentes, destacando las ligamentosas, como esguinces, torceduras, distensiones, etc. sobre todo en hombros, tobillos y rodillas; las musculares, sobre todo en las piernas; las óseas, destacando las fracturas; y los golpes y contusiones, con especial atención a los sufridos en la cabeza.
La gravedad de la lesión es un factor determinante respecto a la necesidad de su atención inmediata para evitar daños mayores. Hay lesiones que pueden agravarse si no se atienden de inmediato; mientras que otras lesiones, incluso graves, no necesariamente pueden verse agravadas sin ser atendidas de inmediato. No pasa absolutamente nada si el lesionado es atendido unos segundos antes o después.
La mayoría de las lesiones, salvo las de gravedad (o previsión de gravedad), como pudieran ser los golpes en la cabeza, las roturas óseas abiertas o esguinces de grado III, no necesariamente requieren una atención inmediata; pues el lesionado puede aguantar perfectamente sin ni siquiera ser atendido. Por ejemplo, un golpe, que puede ser doloroso, no necesita un tratamiento inmediato, puede esperar unos segundos y no pasa nada. Algunos podrán alegar entonces que debido a ello un equipo queda mermado en el número de jugadores y juega en inferioridad, por lo que lo “deportivo” es esperar su incorporación y jugar en equilibrio; pero esto es un absurdo, pues se trata de una lance más del juego. De hecho esto también está contemplado por el Reglamento, pues en el caso de lesión del portero, sea cual sea, el árbitro sí debe detener el juego para su atención, por considerarse una situación anómala de desequilibrio.
Por otro lado, y esto es muy importante, la mayoría de las lesiones no impiden al lesionado salir por su propio pie del campo para, si así lo considera, ser atendido. Resulta ridículo ver a un jugador con una lesión mínima como un golpe, incluso en una zona del cuerpo ajena a las piernas, que permanece tendido en espera de atención, cuando no hay nada que le impida levantarse y salirse del campo si quiere ser atendido. De hecho, en la mayoría de los casos, cuando ya se ha detenido el juego y salen las asistencias médicas, el jugador sale por su propio pie del terreno de juego. Y en la mayoría de los casos, también se incorpora brioso al juego casi inmediatamente después.
La necesidad real de tirar el balón fuera
Atendiendo a las lesiones catalogadas por FIFA, merece una especial atención las relativas a los golpes en la cabeza, las roturas óseas abiertas y los esguinces de grado 3. Son los casos evidentes en los que es necesario detener el juego para su atención. Especial considerción requieren la atención inmediata de los golpes en la cabeza, pues incluso las fracturas abiertas o los esguinces graves, por dolorosos y dramáticos que pueden resultar, tampoco requieren de una atención médica inmediata. Los golpes en la cabeza sí. Cualquier golpe en la cabeza puede tener unas consecuencias graves para la salud del afectado y, ante la duda de su gravedad, siempre debe ser preceptivo detener el juego para atender al jugador.
Éstas, y solamente éstas, son la situaciones reales en la que es preceptivo y lógico detener el juego para atender a un jugador. Lo lógico y esperado es que se haga por indicación del árbitro; pero si, por las razones que sea, el árbitro no se percata de la gravedad de la situación, lo lógico (por humanidad) es que cualquier jugador lance el balón fuera para que el jugador gravemente lesionados sea atendido lo antes posible.
Con la reanudación del juego, lo normal y deportivo es que el equipo que tenía posesión del balón, la mantenga, ya sea no disputándole el balón en el “bote neutral”, si fue el árbitro quien detuvo el juego; o cediéndole el balón al equipo cuyo jugador lo lanzó fuera.
La pillería de tirar el balón fuera
Al margen de las situaciones reales en las que es preceptivo y deportivo detener el juego para atender a un jugador con una lesión grave, en los partidos se producen, cada vez con mayor frecuencia, el aprovechamiento de esta normativa para “perder tiempo” (ver “pérdida de tiempo”). Son frecuentas los casos en que un jugador simula una lesión para que, bien un compañero haga de cómplice y lance el balón fuera; bien engañando al árbitro para que detenga el juego; o burlarse de un inocente jugador rival, que cayendo en el engaño, lance el balón fuera.
Con todo ello se pierde un tiempo que va en claro beneficio del jugador supuestamente lesionado. De hecho, estas lesiones siempre se producen en los últimos minutos del partido y en jugadores del equipo al que favorece el resultado. La “pérdida de tiempo” tiene sentido a sabiendas que el árbitro no va a compensar en justa medida la prolongación del partido. Las situaciones resultan grotescas, de jugadores aparentemente lesionados de gravedad y que, una vez perdido el tiempo para su supuesta atención, inmediatamente después están corriendo de nuevo.
Reproches de antideportividad
Pongamos una situación gráfica de ejemplificación:
“Minuto 85 de juego. El equipo A gana al B. Un jugador del equipo A queda tendido supuestamente lesionado. El árbitro no detiene el juego. El balón está en posesión del equipo B, que sigue el juego. Los jugadores del equipo A, piden a los del equipo B que tiren el balón fuera para que el compañero sea atendido. Los jugadores del equipo B no hacen caso y siguen el juego de su ataque, cosa que también hacen los del equipo A en defensa, aunque sin dejar de exigir la detención del juego. El jugador del equipo A lesionado se termina levantando y se incorpora al juego”.
Esta situación no es excepcional, sino que cualquier aficionado la ha podido vivir en muchas ocasiones.
Analizando el supuesto, comprobamos situaciones paradójicas: Los jugadores del equipo A reclaman a los del equipo B que hagan lo que ellos no hacen. Los jugadores del equipo A consideran que hay un compañero gravemente lesionado y que necesita atención médica inmediata, pero como el árbitro no detiene el juego, reclaman al equipo B que lo hagan ellos tirando el balón fuera. Consideran que es una actitud “antideportiva” por priorizan el juego a la salud de un compañero. Lo paradójico es que ellos actúan de la misma manera, pues ellos también siguen el juego en detrimento de la supuesta gravedad de su compañero. Si realmente consideran que la salud de su compañero es tan grave y que necesita de una atención inminente, debería desocuparse del juego y del rival y atender la salud de su compañero. Evidentemente no toman esta actitud, no por insolidaridad o deshumanización sobre el compañero, sino porque saben que realmente no tiene nada. Cuando el jugador, sea del equipo que sea, tiene conciencia real de la gravedad de un compañero, no duda en ningún momento (salvo salvajes) en anteponer su atención a la dinámica del juego.
La solución está en el árbitro
Al igual que se trata en el capítulo “Pérdidas de Tiempo”, el responsable o culpable de este tipo de situaciones anómalas no es el jugador que simula la lesión en beneficio de los intereses de su equipo, todo lo contrario; el principal responsable es el árbitro. Y su responsabilidad no es tanta por la detención del juego, que puede incluso verse obligado a hacerlo como medida de precaución, por mor de que la lesión supuestamente simulada, sea realmente grave (aunque como se ha visto son pocos los motivos de gravedad); sino por no compensar ese tiempo perdido en el tiempo de prolongación del partido. Y aún más, si el árbitro certifica la simulación y la intención de “pérdida de tiempo”, debería proceder amonestando al jugador que ha simulado la lesión o la gravedad de la misma.
El propio presidente de la FIFA Joseph Blatter iba más allá y certificaba que: “Es muy irritante que el jugador supuestamente medio muerto resucite en cuanto sale de la cancha (…) que no deberían tirar el balón afuera (…) hay que acabar con esta clase trampas, es una cuestión de respeto a los oponentes y aficionados».
El gesto “imbécil” de devolver el balón al rival
Pero el árbitro no es el único responsable de estas situaciones tan absurdas. Igualmente culpable es aquel jugador del equipo rival del “lesionado” que tira el balón fuera para que sea atendido. En muchos casos, incluso es consciente que se trata de un engaño del rival, de una estrategia para perder tiempo, y pese a ello, termina tirando el balón fuera, a la vez que hace elocuentes gestos de reproche a la acción. Es como un «cornudo consentido». Sin embargo, dejándose llevar por la presión mediática, y embaucado por la situación, inocentemente y contrariando los intereses de su equipo, entra en el engaño de la pérdida de tiempo. Para algunos puede ser un gesto de “deportividad”, “compañerismo”, “solidaridad”, etc., pero en realidad se trata de un gesto de mal profesional y, en el mejor de los casos, de un gesto de “imbecilidad”.
Algunos equipos, generalmente por iniciativas de sus entrenadores, se han negado a caer en la “imbecilidad” y se han manifestado abiertamente contrarios a tirar el balón fuera o devolverlo si lo hace el contrario. No se trata de un gesto de “antideportividad”, sino de “antiimbecilidad”. Es el caso, por ejemplo de Fabio Capello: «Aquí nunca pasaba, pero en Italia ocurría continuamente. Mi idea es que la gente se tira cuando ve que el contrario tiene la oportunidad de hacer una contra. Le llamo mareo repentino. Gente fuerte que son duros en los choques pierden el balón y se tiran. Conozco más que muchos de juego limpio y eso no es ser deportivo, es un engaño. (…) A mí no me gusta que se tiren, siempre se lo digo a los jugadores. La gente mentirosa no me gusta. Hay que tirar el balón a la banda cuando pite el árbitro, es él quien siempre tiene que decidir. (…) Los jugadores saben cuándo en un choque se ha hecho daño el contrario, lo ve de inmediato y cuando uno se tira también. (…) Siempre pasa en los córners o en una pérdida en el medio campo. Uno se tira al suelo por miedo a las contras. Es un problema gordo que hay que solucionar. Hay que parar el juego cuando pita el árbitro, no tirarlo fuera»
El compañero cómplice
Finalmente está la actitud del compañero cómplice, aquel que viendo a su compañero tendido en el suelo, bien con una lesión leve que no requiere atención inmediata o fingiendo una lesión, con el propósito de paralizar el juego y perder tiempo; le sigue la estrategia y tira el balón fuera. Este jugador está en lo correcto, pues su actitud responde a los intereses de su equipo. El problema vuelve a estar en el árbitro y en el jugador rival que debe poner el balón nuevamente en juego. En estos casos, el árbitro no debería pecar en el engaño (y si lo hace, como ya se ha dicho, prolongar al final el partido en su justa medida) y dar continuidad al juego; y el jugador rival que pone el balón en juego, no cederlo al equipo del lesionado, que tenía posesión del balón, pero lo lanzó fuera. De lo contrario, devolver el balón al contrario, se culmina el engaño, se peca de ingenuidad y de poca profesionalidad al dar ventaja al rival, un rival que se ha reído de él de la forma más descarada.
Conclusión
El juego sólo debe detenerse si se produce la lesión grave de un jugador, tales como roturas óseas, esguinces graves o golpes en la cabeza. Y éstas se ven claramente. Se debe considerar especialmente aquellas lesiones que requiere un tratamiento inmediato para evitar su empeoramiento. Para todas las demás lesiones no es necesario detener el juego, pues la lesión no requiere atención inmediata. Por otro lado, el árbitro es el único facultado para detener el juego y no debe caer en las estrategias de pérdidas de tiempo. Los jugadores del equipo contrario a aquellos que pretenden perder tiempo simulando una lesión o dando impresión de mayor gravedad de la misma, tampoco deben pecar en la estrategia y no debería echar el balón fuera; y si lo hiciese el equipo rival, no devolverle el balón con la reanudación del juego. Un acosa es ser «deportivos» y otra ser «imbécil».
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